Ingesta diaria abundante de frutas, verduras y cereales, pan y patatas, fuente principal de hidratos de carbono complejos.
Elección preferente de la fruta fresca, como postre en las principales comidas del día y en otras comidas secundarias. Como por ejemplo en el desayuno, en la merienda…
Tomar legumbres al menos 2 veces en semana, por su elevado aporte proteico de origen vegetal y por su contenido en fibra, minerales, etc.
Moderar el consumo de carnes de vacuno y cerdo, dando preferencia al consumo de carnes magras, como la de ave.
Consumir preferentemente los alimentos frescos de temporada.
Tomar diariamente leche, yogures y quesos, preferiblemente bajos en grasas, para asegurar el aporte necesario de calcio y otros micronutrientes.
Utilizar el aceite de oliva como principal fuente de grasa alimentaria, tanto para cocinar como para alizar (siempre con moderación).
Ingerir pescado 3 ó 4 veces a la semana, intercalando pescado blanco y azul para que exista un equilibrio de los nutrientes de ambos.
Usar el ajo, la cebolla, el vinagre, el limón o las hierbas aromáticas para condimentar como alternativa a la sal, reduciendo el consumo de esta, lo que favorece la regulación de la presión arterial.
Beber al menos 2 litros de agua al día.
Moderar el consumo de dulces, pastelería y bollería (sobre todo la de origen industrial).
Evitar el consumo de bebidas alcohólicas, haciendo una concesión al vino tinto durante las principales comidas de forma moderada, y siempre teniendo en cuenta que está absolutamente contraindicado de toda bebida alcohólica, incluyendo el vino, tanto en los niños como en las embarazadas.
Evitar el consumo de tabaco.
Pasear y hacer ejercicio al aire libre de forma regular y continua en el tiempo.